Versiones y per-versiones

Nada hay más superficial que diferenciarnos por la piel y sus pigmentos. Deberíamos vernos siempre más allá de la dermis, pero nos falta un buen camino por recorrer. Dicen que la sociedad (en general) no es racista, pero los comentarios excluyentes estuvieron de pena ajena esta semana; lo peor es que muchos ni cuenta se dieron y se exhibieron solitos.

Entre mis temas preferidos están la mitología y las formas de crear historias (literatura oral, géneros literarios, personajes y tramas), porque las personificaciones de los fenómenos naturales y de nuestro entorno son fascinantes, y las historias suelen ser comunes, producto como son de nuestras colectividades y miedos. 

Quienes me conocen saben (y ahora también ustedes) que uno de mis libros favoritos es Alicia en el País de las Maravillas, de Charles Dogson, más conocido como Lewis Carroll. Incluso tengo un tatuaje con uno de los grabados de John Tenniel. Como muchos, primero conocí la película de dibujos animados, y luego pude leer la versión de Porrúa, con prólogo de Sergio Pitol. Ya no pude volver a ver la película de caricaturas sin sentirme estafado. Toda la riqueza del libro, sus juegos de palabras, sus referencias, los aparentes sinsentidos y varios personajes se perdieron en la edulcorada mezcla de colores y canciones. 

He visto muchas versiones, y cuando supe que Tim Burton haría una adaptación me emocioné. Fiasco total: sobre la visión del director predominó el interés del estudio, o eso quiero creer. Fue como ver al general Iroh de Avatar, la leyenda de Aang en la película de M. Night Shyamalan: nada qué ver con el gordito musculoso maniático del té de las caricaturas.

Igual, con miedo o al menos dudas, voy a ver lo que sale relacionado con Alicia, con Sherlock Holmes o con los dioses griegos y otras mitologías, de Percy Jackson a Harry Potter. Algunas me emocionan y otras me hacen querer volver a ese libro. Igual me pasa con muchas nuevas versiones, nuevos reinicios (remakes o reboots, en sus innecesarios anglicismos). Sí, muchas veces me quedo con las versiones de mis tiempos; siento que muchos remakes de buenas películas no son más que intentos de ganarles dinero, no de reinterpretarlas. 

Pero de ahí a decir que una versión me arruina la infancia, tampoco. Y menos por lo que muchos prejuiciosos (la mayoría de veinte o treinta y tantos años, nostálgicos prematuros y acostumbrados a que nadie les niegue nada) lo dijeron en sus redes sociales a propósito de La Sirenita: simple racismo. 

Se han dado muchas críticas de fanáticos a la adaptación de sus historias favoritas a otro formato, como el cine o la televisión, y es inevitable, pues siempre imaginamos de una forma a nuestros personajes. Incluso muchos escritores se han peleado con los directores de las películas basadas en su obra. Así pasó con Vladimir Nabokov y Stanley Kubrick por Lolita, con Roald Dahl y Mel Stuart por Charlie y la fábrica de chocolates, o con Truman Capote y Blake Edwards por Desayuno en Tiffany’s. Los diferentes batmanes, supermanes, guasones y demás también dan fe de que la realidad es subjetiva y cada cabeza es un mundo.

Quién sabe qué hubiera dicho Hans Christian Andersen al ver su historia, sazonada con hechizos y muerte, adaptada a la pantalla grande en una versión tan endulzada. Cuentan incluso que su obra es una alegoría de su amor imposible por un hombre; la piel clara descrita en el cuento podría ser verde claro o azul cerúleo.

La recepción de los productos literarios es otra cuestión que debemos tomar en cuenta. Umberto Eco habla del ‘lector modelo’, de que la lectura de una obra obedece a una época y a condiciones sociales, a intertextualidades con las que los receptores complementan (o no) una obra. Hace poco me preguntaba: ¿qué hubiera pasado si la reciente película de Keanu Reeves la hubiera hecho Danny Trejo? (Urge Machete 3.)

Hay que reconocer que Disney lo logró: apenas anunciada su película live action ya ha tenido más comentarios que otras de su tipo. 

De “es que la historia transcurre en Dinamarca y por eso era pelirroja” a tildar a la actriz afroamericana de “esclava” o decir que “ya hay una princesa negra” fueron opiniones en Twitter y otras redes sociales. Incluso posicionaron la etiqueta NotMyAriel. Hubo quien arguyó que entonces podría ponerse una Pocahontas o una Mulán blancas, como si la sirenita fuera un personaje histórico, como si no fuera una criatura mítica adaptada o adoptada por todas las culturas que tenían que ver con el mar, surgida al parecer de los manatíes. Es un ser marcado por un imaginario y una época, pero común a los miedos de quienes debían cruzar los mares, como bien lo narró Odiseo (y tenían alas según imágenes de la época).

También son fan de las sirenas, como de los cíclopes, los centauros o el minotauro (creo que ya dije que por eso me gusta más Shazam que otros superhéroes). Me encanta la Tlanchana, la sirena mexicana que suele representarse en barro crudo, y estar en postura de chac-mool. Alegar colores de piel en una representación universal de la que se apropió una empresa, habla mucho de los estereotipos y prejuicios de los consumidores.

Se vale debatir, pero hay opiniones que demuestran que no se quiere construir sino imponer “la fidelidad” a un personaje ficticio. O real, como ya vimos hace unas semanas en lo que toca a ciertos fans y ciertos fandoms. Si la frase empieza “no es racismo pero…” seguro lo que sigue está mal. 

Dejo mucho en el tintero, pero las historias universales pertenecen (deberían pertenecer) a todos. Espero que las nuevas generaciones nos ganen en empatía y conciencia.

Posdata 1: Quienes anden en la CdMx dense una vuelta al Museo Nacional de la Acuarela (Salvador Novo 88, Coyoacán). Hoy al mediodía se inaugura una muestra del concurso nacional de aficionados y promete estar bien. Y si alguien se anima a comprar la pintura con la que participé estaré complacido de añadir una dedicatoria y una sonrisa. 

Posdata 2: He metido varias solicitudes de apoyo para proyectos editoriales y de docencia. No me dieron ya un par. Me tardaré más pero son temas e historias que quiero contar, que merecen ser compartidos y propiciar una discusión sana en pos de visiones y perspectivas, así que como dijo Kalimán: serenidad y paciencia.

Posdata 3: Ya viene el FIDC Lila López y con él muchas buenas funciones, recuerdos y propuestas del arte de Terpsícore. Trataré de subir algo de información a mi blog, y quizá hacer una o dos actividades a propósito de este tema que tanto me apasiona. Como ya dije, con apoyo o sin él.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx

Twitter: @corazontodito