Desde el pesebre

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Ya es invierno, y los reyes ya van en camino, aunque no saben que el viaje ha de ser más largo de lo que esperan. Desde el pesebre un niño los ha de mirar, y así se ha de completar una historia que es la tradición principal, al menos en buena parte del mundo, para despedir el año.

La sagrada familia como migrantes, separada en jaulas, como la presentó la iglesia metodista Claremont en el sur de California, es una potente alegoría de estos tiempos. La política y la economía se apropian de tantas cotidianeidades. Recordemos que según la tradición José y María viajaron precisamente para ser censados. El nuevo Tratado, el impeachment, la militarización de las fronteras, los proyectos estratégicos, los arrestos y perdones, la planeación (o no), prometen meses moviditos.

En los tres niveles de gobierno hay carencias y yerros que, esperemos, se puedan solventar, aunque sea poco a poco. En todos los partidos hay algunos chamucos vestidos de angelitos y muchos pastores ya corren presurosos hacia la próxima elección, aunque lleven los zapatos rotos. El Estado es laico y no. El apocalipsis no ha llegado y parece que 2020 será un año interesante en muchos aspectos. 

La política, con sus altibajos, puede esperar. Siempre hay otros datos, y otros. Ni todo es tan negro como quisieran unos, ni miel sobre hojuelas como presumen otros. 

Cada quien sus ceremonias para la nochebuena y para recibir el año. Ya se sabe que los propósitos no suelen cumplirse, al menos no al pie de la letra, pero es emocionante dar de corazón y la convivencia, porque se trata de prever, planear, desear al compás de los doce tañidos. Ante el calendario recién abierto, es un buen momento para evaluarnos, para ver posibilidades y probabilidades, para hacer alianzas.

Es mi última colaboración este año y agradezco la posada que cada domingo desde hace 175 semanas me brinda Pulso. A directivos y editores, mi gratitud. Es grato encontrar a gente que me conoce en persona y me dice que me lee, y lo es toparme con desconocidos que me conocen porque me han leído. Arte, cultura, política, en todos los temas hay discusión, y también es de agradecer a quienes sin concordar toleran y hasta comparten lo que aquí he expuesto casi siempre más en tono de duda que de afirmación. Todo texto es perfectible, inexacto, subjetivo, y también agradezco a quienes se toman la molestia de sugerir, de corregirme.

En lo personal, solo deseo agradecer lo vivido. Fallé mucho, pero traté de compartir y aprender. Muchas sonrisas y lecturas, mucho arte y tiempo para reflexionar frente a grupo, para escribir y pensar. Hubo trabajo, con estupendos equipos. Un par de premios, donde lo más emocionante fue sentir el cariño sincero de tantas personas. Hice muchas amistades, recuperé otras que había descuidado. Empecé a ir a terapia y voy a seguir, y aunque hubo dolencias físicas de unas me atendí y otras espero no pasen a mayores. Ya veremos. Se quedan cuatro libros individuales y otros tantos colectivos en proceso editorial. El 2020 promete muchos cambios, y de paso talleres, lecturas y presentaciones en Tabasco, Guadalajara, Ciudad de México, Oaxaca, la península de Yucatán y quizá hasta en el extranjero. Espero reencontrarme, saber de verdad que puedo hacer de mí una mejor persona por el resto de mi vida, así sea un día o muchos años.

Viajar no es solo un acto físico. A algún escritor se le ha llamado «el viajero inmóvil». Paso a pasito, por banquetas o veredas, en bici o en camión. No siempre se puede salir de cierto entorno, pero el ánimo de no estancarnos es lo que puede ayudarnos a hacer algo. Sea al parque o al tianguis, cada paso y cada mirada nos pueden llevar a ser otros, a descubrir maravillas si estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort, mental o física, a usar más cada uno de los sentidos. A crear, porque como dijo Neil Gaiman, hay que hacer buen arte. Un libro más, una discusión civilizada, un punto de vista, un nuevo sabor o un paisaje ajenos nos cambian la perspectiva. 

Para cerrar el año, qué mejor que Itaca de Constantino Kavafis:

«Cuando emprendas tu viaje a Itaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes, / ni al colérico Poseidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. / Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes / ni al salvaje Poseidón encontrarás, / si no lo llevas dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo. / Que sean muchas las mañanas de verano / en que llegues —¡con qué placer y alegría!— / a puertos antes nunca vistos. / Detente en los emporios de Fenicia / y hazte con hermosas mercancías, / nácar y coral, ámbar y ébano / y toda suerte de perfumes voluptuosos, / cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. / Ve a muchas ciudades egipcias / a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento. / Tu llegada allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Itacas.»

Nos leemos en 2020, si ha lugar. Eso espero. Va un gran abrazo y los mejores deseos para todos y todas. Gracias de corazón, corazón todito.