Hace casi dos meses, un amigo de ésos que todavía compran, leen y acumulan libros impresos, tuvo la generosidad verbal de recomendarme el libro de Laura Spinne, El jinete pálido, la historia de la epidemia de gripe que transformó el mundo, editado por Crítica, en 2018.
No logré que el generoso acto llegara más allá de la sugerencia, pues aunque en calidad de préstamo le solicité en tres ocasiones el libro, su encierro obligado y la potencial amenaza que supondría transitar por las calles infectas para la entrega, no permitieron que éste se lograra.
Luego de buscar infructuosamente el libro en varias librerías del país, por encontrarse agotado, hallé un ejemplar en un sitio dedicado a la venta de artículos de todo tipo, pero su muy elevado precio fue una firme invitación a conservarme en mi inmaculada ignorancia.
Continué las pesquisas en las que encontraba sólo ejemplares electrónicos; pensé en desistir, pero al final, los agobiantes tiempos que vivimos, fueron un acicate para continuar con la búsqueda de la edición impresa en cuantas librerías de nuevo y de viejo recordé. Desesperanzadores resultados.
Finalmente en uno de esos días en que la desesperación y la claustrofobia me obligaron a romper el arresto domiciliario, tuve la ocurrencia de asomarme a curiosear a una librería en la que encontré el único ejemplar del muy mentado libro. ¡En una librería potosina!
El interés por el libro no resulta gratuito; en él se describe de una forma precisa, la aparición y evolución de la más grande catástrofe de todos los tiempos: la influenza española, que entre el cuatro de marzo de 1918 y marzo de 1920, llevó a la tumba a casi 100 millones de seres humanos. Acota la autora: “…la mayor oleada de muerte desde la peste negra, tal vez de toda la historia de la humanidad.”
“La gripe española –continúa– se recuerda de un modo personal, no colectivo; no como un desastre histórico, sino como millones de tragedias discretas, privadas. […] La mayoría de las muertes se produjeron en sólo trece semanas, desde septiembre hasta mediados de diciembre de 1918.”
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La mención del libro, y la invitación a leerlo no es gratuita, surge –indiscutiblemente– de la problemática de salud que enfrentamos y –en realidad– de la necesidad de eludir un poco la nauseabunda politiquería potosina que nos rodea y como el virus coronado, contamina y daña cada vez más.
La lectura del libro, nos permitirá comprender con bastante sentido común, a partir del análisis de la influenza de 1918, que muchas de las medidas preventivas y de cuidado establecidas frente al Covid, no son nuevas, sino reutilizadas a partir de experiencias sanitarias anteriores.
También comprenderíamos, que aunque las actividades deben continuar su curso, fue una imprudencia que la sabiduría popular –campante frente a la incapacidad oficial– supusiera que a partir del 1° de junio quedara conjurada la amenaza del virus coronado.
Veremos también, que aunque el presidente de Coparmex, Gustavo de Hoyos, arremete contra López-Gatell luego de que éste señalara que “la epidemia fue importada por grupos sociales de alta capacidad o adinerados”, acusándolo fomentar la polarización, no es sino una realidad: la mayoría de las epidemias han sido introducidas por personas con recursos que permiten su movilidad geográfica. No se sabe hasta ahora, que hubieran brotado de manera espontánea en estibadores portuarios.
En las primeras páginas del libro podemos leer: “En el origen de toda pandemia hay siempre un encuentro entre un microorganismo causante de una enfermedad y un ser humano. Pero ese encuentro, junto con los sucesos que conducen a él y los que derivan del mismo, está determinado por muchos otros que tienen lugar al mismo tiempo, así como por el tiempo, el precio del pan, y las ideas sobre los gérmenes, los hombres blancos y los yinns. […] Es un fenómeno tanto social como biológico; no se puede aislar de su contexto histórico, geográfico y cultural.” Una pandemia siempre presentara una faceta –la principal– “profundamente social”.
De no ser así, no entiendo por qué en San Luis Potosí –mientras se lucha por sortear un problema de salud pública– ocurren manifestaciones vehiculares, manifestaciones fifíes en contra de López Obrador, que sólo contribuyen a evidenciar más la desigualdad y fomentar el divisionismo de clases, que tanto cuestionan. Digo, la libre manifestación, y más las pacíficas y elegantes como éstas, son un derecho; pero resultan –aunque muy seguras en éstos días– bastantes ridículas, hay otras formas mucho más eficientes, y en momentos más idóneos. ¿Será que la pandemia de la locura ya los ataca?
Por cierto, México superó las 20 mil muertes, y los 170 mil casos positivos de Covid; San Luis Potosí sumaba al día de ayer 2,068 casos y 128 fallecimientos. La batalla se sigue librando, y nosotros seguimos felices en las calles.
Gracias por la lectura; no salgan a festejar el día del padre.