Quien ejerce el periodismo «es, ante todo, una buena persona», se siente orgulloso de su profesión, la cual asume como misión y como servicio público; «es un apasionado por la verdad», «es autocrítico», «elabora conocimiento y lo comparte», tiene «un objetivo» y «sentido del Otro», es independiente y «mantiene intacta su capacidad de asombro».
Las ideas y los entrecomillados del párafo anterior son de la autoría de Javier Darío Restrepo, impulsor junto con Gabriel García Márquez de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Restrepo falleció hace una semana. Desde su Consultorio Ético buscó dar respuesta a las cada vez más interrogantes acerca de la profesión de informar en tiempos convulsos, de máscaras y bulos.
Las filtraciones, los rumores y los bulos no suelen ser casuales, obedecen a una intencionalidad. Hace poco leí que 70 % de la población no sabe distinguir entre noticias reales y falsas. «Nuestro cerebro es una máquina de crear creencias. Cuando la gente desarrolla una creencia particular, incluso una que se contradice con los hechos, su cerebro continúa sustentando esa creencia», dice Andrew Newberg de la Universidad de Pensilvania.
Queremos enterarnos de lo que pasa en el mundo con gifs, infografìas, videos de un minuto. Buscamos información leve, que reafirme nuestra forma de ver el mundo.
Espectaculares, memes, mantas en los puentes, amenazas e insultos variopintos en las redes, acusaciones con o sin fundamento. Partidos y políticos se la pasan acusando de lo que sea a los otros, y muchas veces lo hacen con cuentas anónimas o con la máscara de un medio «informativo». Hay casos donde ha bastado un mensaje de whatsapp para provocar un linchamiento, y otros donde una denuncia fundamentada es desvirtuada por razones políticas.
No se debería aplicar aquello de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo» ni lo de «el amigo de mi enemigo es mi enemigo» a rajatabla.
Se ha intentado desvirtuar el ejercicio del periodismo metiendo en el mismo saco a todos los profesionales de la información, o dándole más importancia a la opinión que a la investigación. Cualquiera le llama medio de información asu página de FB, o reportero a quien graba un suceso. Y en este trabajo misionero, peligroso, hay bajos sueldos, órdenes de trabajo tramposas, contratos públicos y secretos, amistades e intereses.
Recomiendo leer a Restrepo: «Cuando el gobierno, la empresa periodística o los anunciantes pretenden que el periodista los tenga en cuenta en primer lugar, no solo se equivocan, también usurpan un lugar que no es el suyo. Es al ciudadano a quien el periodista debe su información en primer lugar».
El reciente fallo contra el académico Sergio Aguayo, que lo condena a pagar 10 millones de pesos al exgobernador Humberto Moreira por «daño moral» es un llamado más a cuidar que la ley no se aplique a favor de los que tienen dinero. Aquí en San Luis el abogado José Mario de la Garza presentó una propuesta ciudadana de ley para «combatir publicaciones falsas disfrazadas de periodismo», que ojalá se discuta ampliamente en el gremio periodístico.
Me despido esta semana con el décalogo de Tomás Eloy Martínez citado por Javier Darío Restrepo en el segundo volumen de su libro El zumbido y el moscardón.
«• El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo.
• Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto y el espacio que necesita dentro de la publicación.
• Una foto que sirve solo como ilustración y no añade información no pertenece al periodismo. Las fotos no son un complemento, sino noticias en sí mismas.
• Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en que todos deben compartir sus hallazgos y fracasos.
• No hay que escribir una sola palabra de la que no se esté seguro ni dar una sola información de la que no se tenga certeza plena.
• Hay que trabajar con los archivos siempre a la mano, verificando cada dato y estableciendo con claridad el sentido de cada palabra que se escribe.
• Hay que evitar el riesgo de servir como vehículo a los intereses de grupos públicos o privados. Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero.
• Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en diez palabras siempre se puede decir en nueve o siete.
• Encontrar el eje o cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia y pensando en el interés del lector más que en el lucimiento propio.
• Hay que recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro.»
Posdata: En junio se presentó la Red de Mujeres Periodistas, y fue un gusto que estuvieran este sábado en la certificación en herramientas digitales para el periodismo sociocultural. Muy pronto tendremos opiniones, noticias, posicionamientos.
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