La llama doble: amor y violencia

Amor y erotismo son dos llamas entrelazadas, dice un clásico del ensayo mexicano, pero si seguimos la imagen poética del Nobel mexicano, el amor es un pretexto para otra llama, para el incendio. La violencia, romantizada en textos de toda índole e invisibilizada por muchos aparatos oficiales. Se minimiza, se normaliza en frases y comportamientos que hay que reflexionar una y otra vez. Se ha romantizado al amor a tal punto que muchos siguen creyendo que ese día era motivo para “felicitarlas”, y el Estado (del color que sea) insiste en vigilar y castigar, como dijo Foucault, pero más a las mujeres; los acosos son considerados cosa menor, la violencia doméstica (y económica o psicológica) es “normal”, los violadores suelen salir libres pero ellas al abortar pueden terminar en la cárcel.

Hubo muchas mesas de debate en los medios. En radio, sin embargo, a cierta hora tres estaciones pasaron mesas… con puros hombres. En las redes, hubo encuestas innecesarias (“los derechos no se consultan”, respondieron ellas, ustedes) y hubo mensajes “solidarios” echados a perder por un “quizá”, un “chicas” o por egomanía. 

Ya habíamos comentado sobre los cuerpos como espacios de poder. El amor es otro escenario de estas batallas. En mi blog compartiré algo de las aportaciones de ese día, y los invito a leer a estas y otras autoras.

Hace algunas semanas, a propósito del día del amor, lancé unas preguntas. Hubo pocas respuestas, pero muy interesantes, y quiero compartirlas aquí. Añadiré algo de mi cosecha, si se puede, y los invito a seguir con propuestas de este u otros temas. Me encantó que varias películas y libros fueran de mujeres sobre mujeres. Las preguntas eran: ¿cuál es la película que consideran más erótica, o que transmite mejor esto que llamamos amor? ¿Y el libro, el autor? ¿Cuál el poema, la novela? ¿Qué canción se les hace más amorosa-erótica?

De las películas, siguen en el imaginario algunas que hoy han caído en desgracia, como muchas palabras, actitudes y personajes: Suite francesa (2015) (basada en la novela de Irène Némirovsky), Luna amarga (1992), de Roman Polansky (acusado aún de pederastia); Último tango en París (1972) (antes clásica del erotismo y hoy ejemplo de abuso, al haber sido grabada su escena más célebre sin advertírselo a la protagonista, entonces de 20 años); Ojos bien cerrados (1999), de Stanley Kubrick (polémico también en este sentido por varias escenas de su Clockwork Orange); Dragón, la vida de Bruce Lee (1993) (no la he visto pero parece que retrata muy bien el amor por su esposa); La chica danesa (2015, la primer transgénero en Copenhague); Quisiera ser millonario (2008), de Danny Boyle; Secretary (2002), de Steven Shainberg; Damage / Obsesión (1992), de Louis Malle (basada la novela de Josephine Hart); El perfume (2006), de Tom Tykwer (basada en la novela de Patrick Suskind); La bella durmiente (2011), de Julia Leigh y Desearás al hombre de tu hermana (2017), de Diego Kaplan. De mi parte como película erótica añadiría El libro de cabecera (1996) de Peter Greenaway, donde se unen magistralmente escritura, piel, música y fotografía, y, ya en tono más cursi, Cuatro bodas y un funeral (1994) o Don Juan deMarco (1994). 

Canciones: Do I wanna know?, de Arctic Monkeys; En la oscuridad, de Cultura Profética; Mi unicornio azul, de Silvio Rodríguez; Como yo te amo, de Raphael; Me haces tanto bien, de Amistades Peligrosas; El rumbo de tus sueños, de Nacho Vegas; You are the first, my last, my everything, de Barry White y Hasta el fondo del zaguán, de Armando Palomas.

Libros: Vendaval en el Caribe, de Jennifer Blake; Orgullo y prejuicio (dos menciones) y Sensatez y sentimiento, de Jane Austen; Cumbres borrascosas, de Emilie Bronte (dos menciones); Rayuela, de Julio Cortázar; Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti; Lolita, de Vladimir Nabokov; Las violetas son flores del deseo, de Ana Clavel; Cantar de los cantares, atribuido al rey Salomón; Mi chica revolucionaria, de Diego Ojeda; Tokio blues, de Haruki Murakami; Carmen, de Prósper Merimée; Memorias de una geisha,  de Arthur Golden y (ni modo) 50 sombras de Gray, de E. L. James.

Series: Outlander, Big Love, Cómo conocí a su madre y Six feet under. Añadiría Steven Universe y Grace & Frankie.

Comic: aunque no directamente, el amor es motor en Saint Seya (más conocida como Los Caballeros del Zodiaco), El Hombre Araña y (en sus capítulos más infernales) Sandman (¿he dicho ya que soy fan de Neil Gaiman?). 

En el arte, muchas mujeres son depreciadas, simples asistentes o acaso vistas solo como musas por sus parejas, aun cuando ellas han sido en ocasiones mejores que ellos. Son emblemáticos los casos de Camille Claudel, Elena Garro, Sofía Behrs y Zenobia Camprubí.

Yo he tenido suerte. Colegas, amigas y parejas de gran talento, de quienes he aprendido. Y quiero seguir aprendiendo. Como dijo Chiara Fumai: “Un artista masculino es una contradicción en los términos”. Les comparto estos versos de «Loba», poema de Diane di Prima (EU, 1934-).

«¿Y van a cazar a la Loba?

Tontos, ¿Van a usar

lanza, arpón o flecha, pistola o

boomerang? ¿Creen poder atraparla

con las redes del amor? Ella monta

la luna creciente como una balsa

en la corriente tormentosa del cielo

¿Van a ir a pescarla? ¿Esperan

abrigarse con su piel

el invierno que viene?...»

Posdata: Mamá China era una mujer de Tierra Caliente. Contaba que la intensidad de una picadura de alacrán varía según la personalidad de a quien le pican; y que una vez que la picó uno, el animalito nomás se retorció en su mano. Era muy fuerte. Tuvo 11 hijos, gustaba de ir a misa y a las corridas de toros. Todo mundo la saludaba en Apatzingán: ¡Adios, doña Vicky! ¡Ay, amigo!, me decía Mamá China, mi tía, antes de compartir anécdotas y sonrisas, en mi querido Apatzingán. ¡Ay amiga, descansa en paz!

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