Familia y escuela Capítulo 288: Dicotomías
Tal parece que la seguridad que brinda al entendimiento de diversas cuestiones científicas, tecnológicas, sociales y culturales, nos ha llevado a catalogarlas y comprenderlas de manera simplemente dicotómica.
Desde la Inteligencia Artificial se explica a la dicotomía como la división de un concepto o conjunto en dos partes, que pueden ser opuestas, complementarias o antagónicas. Es una división en dos partes, que puede presentarse en diversas áreas como la filosofía, la psicología o la economía, y se caracteriza por que cada elemento solo puede pertenecer a una de las dos partes, no a ambas a la vez.
Son los elementos que, al percibirse y analizarse, los clasificamos y hasta los juzgamos de manera polarizada y sencillamente uno en contraposición del otro; con esto, estamos reduciendo su comprensión de manera extremadamente sencilla y sin profundizar más para su explicación.
La aplicación que se hace de adjetivos, llegan a etiquetar de manera dicotómica y casi inamovible alguna situación, fenómeno social o hasta a personas, sin otorgar el beneficio de la duda o alguna otra posibilidad de ser comprendido.
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Se es blanco o negro, nunca en una escala de grises u otros matices; bueno o malo, rico o pobre; bonito o feo, agradable o desagradable, “me gusta o no”; aceptable o inaceptable, de acuerdo o en desacuerdo, exito o fracaso; perteneciente al cielo o al infierno, de la capital o foraneo, del centro o de la periferia, del propio país o migrante; empleado o desempleado y hasta la dicotomía de género entre masculino y femenino.
Contenidos consumidos en televisión, cine, radio o redes sociales considerados simplemente como buenos o malos, “chidos” o un porquería, divertidos o aburridos, tendencia o indiferencia; morbo o interés, educativos y de aporte científico o meramente para “pasar el tiempo”.
Entre las familias, dichas clasificaciones encuentran su representación entre hijos e hijas obedientes y los que no lo son, aquellos que cumplen con el ciclo académico y los que son catalogados como: NiNis; los que se encuentran apegados a la familia siendo ya jóvenes o adultos y los que abandonan el hogar siendo todavía adolescentes; los responsables y los que de manera anárquica desarrollan su estancia en los hogares.
Aquellos papás que son enteramente responsables de brindar todo el apoyo para el desarrollo armónico de su familia y los que la dejan a la deriva; padres de familia cuyos ejemplos son guía con sus acciones, siendo verdaderas enseñanzas para quienes en el hogar las observan y aquellos que, con sus actos y formas de comportamiento demuestran elementos conductualmente nocivos.
Papás que dirigen su familia brindando la seguridad y confianza a sus hijos a diferencia de aquellos que intimidan e impiden la conformación en ellos de una personalidad que refleje esos valores; aquellos padres que cuando abrazan y palmean el hombro de sus pequeños otorgan cariño acompañado de palabras de apoyo o de correcciones necesarias y no el odio y resentimiento de la agresión contenida en una palabra ofensiva o un golpe con toda la intención de dañar.
En la educación, en las escuelas, se tienen claramente establecidas diferentes formas de clasificar polarizadamente a sus actores; utilizando formas de etiquetar de manera simplona y cómoda las diferentes situaciones que en este ambiente acontecen, así como a sus personajes.
Para el caso de los alumnos, una primera clasificación dicotómica aparece con los que lograron ingresar a un plantel comparativamente con los que se quedaron fuera de este proceso; aprobados y reprobados, burros e inteligentes, incluidos y excluidos, los de permanencia regular y los que abandonan o literalmente son echados de las escuelas ante su no aprobación o incumplimiento del reglamento; los que son de diez y los que pasan “de panzazo”, aquellos que por diferentes artimañas logran una calificación aprobatoria comparado con los que la lograron de manera honesta.
En cuanto a los docentes, resulta muy clara su polarizada clasificación: buenos y malos, comprensivos y flexibles en comparación con los rígidos, duros y hasta temidos; maestros viejos, clásicos y tradicionales en oposición a los “nuevos” y con técnicas modernas; aquellos que funcionan con base en su experiencia y los que confian ciegamente en un plan, herramientas tecnológicas y digitales; aquellos dinámicos y los que permanecen sentados en una silla o en el borde de su escritorio; los que llevan todavía un libro bajo el brazo y aquellos que viven “atrapados”, incluso durante la clase, por los contenidos de su aparato telefónico celular.
Desde luego que toda esta tendencia a catalogar, analizar y adjetivar todos los procesos, contenidos, acciones y personas unicamente de manera dicotómica, está cargada de una mirada subjetiva y muy acorde con los valores y costumbres del medio ambiente y contexto en donde se convive; pero es aquí precisamente en donde la educación y formación recibida desde familias, escuelas y medios de comunicación incluídos los digitales y redes sociales entran en acción.
Una educación integral no puede quedarse solamente con una mirada dicotómica, que si bien facilita y otorga una seguridad de clasificar sencillamente si se es blanco o negro; sin embargo, no es suficiente; se debe fomentar e impulsar a “ir más allá” de todo lo que simplemente se ha presentado con sus extremos, porque a final de cuentas es un conocimiento parcializado.
Educar para la vida significaría comprender que ésta es más compleja que una simple dicotomía, que entre lo blanco y lo negro existe una gama brillante y deslumbrante de colores que, de seguir la tendencia polarizada, se nos oculta ese arcoiris de posibilidades que todo proceso educativo y formativo debiera estar mostrando.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx









