Justicia o trampa política
Entre el agravio y la manipulación
Aprovechar un agravio legítimo como jugada política para evadir responsabilidades o incumplir obligaciones es un acto de mentes pequeñas, moralmente miserables.
La ciudad colapsó ayer, reflejo y consecuencia de los hechos violentos cometidos contra una estudiante de la Universidad Autónoma. Al conocerse la razón del bloqueo, muchos lo entendimos y hasta lo justificamos. Pensamos que, quizá, habíamos llegado al límite: ese punto donde la única forma de ser escuchados es interrumpiendo el curso normal de la vida pública.
Pero no todo es lo que parece, ni debemos creer sin cuestionar lo que se nos presenta como verdad. Ignoro qué más se mueve detrás de los hechos, pero si todo esto derivará en movimientos drásticos dentro de la administración universitaria, vale la pena pensar si esas renuncias y sacudidas realmente contribuirán a solucionar el problema o solo servirán para encubrir otros intereses.
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Como solía decir mi padre: “Piensa mal y acertarás.”
Lamento profundamente el ataque a la joven estudiante y celebro la detención de los presuntos responsables —como bien nos recuerdan que debemos llamarlos—. Pero también temo que una tragedia tan dolorosa se convierta en instrumento político para arrinconar aún más a la universidad y debilitar su autonomía.
Ojalá mi padre, desde donde esté, se equivoque esta vez.
Ojalá mis malos pensamientos sean solo reflejo del cansancio de vivir bajo autoridades de moral tan frágil y cuestionable.
Y ojalá, por una vez, el poder actúe con rectitud, sin cinismo y sin cálculo.
Mi corazón está con la víctima.









