OTROS TIEMPOS
Estos últimos meses ha estado presente en la conversación pública potosina el concepto Autonomía Universitaria, no precisamente por buenas razones. Como sea, resulta oportuno profundizar un poco sobre su significado o sus significados, con el ánimo de despejar algunas confusiones. De entrada, habrá que puntualizar que autonomía universitaria, no significa extraterritorialidad ni sustracción al orden jurídico general, pero tampoco es un enunciado vacío que pueda ser ignorado al gusto de cualquiera.
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En realidad, bien vistas las cosas, se trata de una idea con varias aristas. Para unos, digamos sus detractores, debe concretarse a no interferir con la libertad de cátedra o de enseñanza, pero nada más. Para otros, sus defensores, la autonomía incluye también el manejo de sus recursos económicos y, por encima de todo, una protección contra los vaivenes de la política.
Así lo entendió Rafael Nieto Compeán (1920-1923), probablemente el gobernador más adelantado a su tiempo que hemos tenido, quien en febrero de 1921 anunció su intención de promover ante el Congreso del Estado la creación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí sobre los cimientos del entonces Instituto Científico y Literario. El anuncio lo hizo en un interesante discurso pronunciado con motivo de la graduación de una generación de alumnos del propio Instituto, y lo cumplió casi dos años después, cuando en enero del 2023 envió la iniciativa correspondiente a la legislatura, aprobada el día 10 de ese mes.
Creo que este discurso de Nieto Compeán debería ser del conocimiento de todos los potosinos, entre otras cosas porque es un momento relevante de buen gobierno, que quizá no escasean en nuestra historia política, pero tampoco abundan. Dice así:
“El Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí se ha conquistado en los últimos tiempos un gran número de enemigos.
“Muchos de esos enemigos argumentan que la enseñanza superior y profesional es un lujo en la mezquindad de nuestro medio económico y social; que si no estamos en condiciones de atender siquiera medianamente la enseñanza elemental y primaria del Estado, es un absurdo gastar una buena porción de nuestro presupuesto en la formación de una aristocracia intelectual; que el raquitismo de nuestros recursos pecuniarios, solo permite al instituto una vida precaria y mezquina, y por lo tanto, solo pueden salir de ahí profesionales mediocres que van a engrosar las filas del proletariado intelectual.
“Que otros enemigos del Instituto arguyen que ese establecimiento educativo es una incubadora de reaccionarios; que el propio elemento estudiantil, que en todas las épocas y en todos los países ha simbolizado anhelos de reforma e ímpetus de transformación social, en San Luis se halla adherido a los modelos del pasado, vive aún dentro de la ética social de hace medio siglo y se siente extraño a las convulsiones de la época presente, que no son sino el presagio de un mundo nuevo, que habrá de surgir tras el derrumbamiento de la organización social contemporánea.
“Y esos enemigos del Instituto -unos y otros- piden la supresión de ese establecimiento educativo que lleva tras de sí una larga historia de reconocido mérito y prestigio indiscutible. Con los fondos que suprimiéndole economizaría el erario, argumentan, podría darse mayor impulso a la educación popular y para no cerrar las puertas a los que alientan en su espíritu el ansia del saber, se crearían pensiones (becas) para la capital de la República o para el extranjero.
“Así opinan los que se consideran radicales en nuestra enseñanza superior. Hay que convenir, sin embargo, en que muchos de ellos se detienen ante la consideración de que la supresión del Instituto causaría un pésimo efecto político.
“Ese es el problema. En él he meditado seria y hondamente. Y por lo que respecta al Ejecutivo a mi cargo, el problema está resuelto: nuestro establecimiento de enseñanza superior y profesional debe subsistir. Y os protesto que en esta resolución para nada ha influido ninguna cobardía política. Si mi sentir fuera contrario, por su realización lucharía a pesar de todas las borrascas. Las cuestiones educacionales y culturales deben estar siempre mucho más allá de las mezquindades políticas…
El discurso de Nieto Compeán sigue un buen tramo más, reiterando ideas semejantes a las ya expuestas, pero cierra con un par de párrafos extraordinarios:
“Para terminar, deseo anunciar una trascendente reformar en la organización del Instituto. En mi concepto, es ya tiempo de que este establecimiento educacional constituya una entidad moral independiente y alejada de los vaivenes de la política. Al efecto, está ya en estudio la organización de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí…
Concluye con unos renglones de tintes poéticos: “Confío en que la nueva entidad moral seguirá haciendo honor a sus antecedentes meritorios y prestigiosos y que, en el campo cultural de la República, sea como las rocas centinelas, que en lo más alto de las montañas y mientras las sombras cubren aún los valles, reciben las primeras el beso fecundante del nuevo sol”.
CUMPLIMIENTO
El 5 de enero de 1923, el gobernador Nieto cumplió su promesa y envió al Congreso una iniciativa de ley que cinco días después se convertiría en el decreto que crea la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Si existe una exposición de motivos, no la he podido encontrar. Y mire usted que me ha auxiliado gente experta en hurgar en archivos vastos. No me extrañaría que no exista un documento propiamente de ese nombre, ya que el proyecto lo remitió a la legislatura el secretario general de gobierno Ángel Silva, en virtud de que el Gobernador se encontraba en la Ciudad de México.
Al enviar la iniciativa, el funcionario la acompañó de unos pocos párrafos, de entre los que me parece pertinente destacar los siguientes: “Ha dispuesto el C. Gobernador Constitucional del Estado, me dirija a esa Cámara haciéndole presente el deseo del ejecutivo de establecer en San Luis Potosí una Universidad Autónoma que libre de la acción política del gobierno, pueda dedicarse por sí sola a la finalidad que tienen los establecimientos de educación e instrucción, en sus grados secundarios, profesionales o superiores…
“Como elementos de sostenimiento, es natural que se le asignen las partidas en el presupuesto de egresos a las facultades y escuelas que constituyan la Universidad ya que no podría obtenerse el sostenimiento independientemente, a menos que la Universidad tuviese capitales o rentas propias…”.
De la lectura de los textos anteriores, salta a la vista un hecho: que hemos tenido de gobernadores a gobernadores. Unos que fueron capaces de encarar, argumentar y vencer obstáculos para dotar a San Luis de instituciones beneméritas, y otros que nadando en la sinrazón las vituperan y al ver que no se doblegan tratan de asfixiarlas por la vía económica.
En la búsqueda de materiales para esta colaboración, nos saltó un dato destacable por marcar contradicciones mayúsculas. En el llamado Muro de Honor del Salón de Sesiones del Congreso del Estado, del lado derecho visto de frente, se lee la inscripción “Centenaria Universidad Autónoma de San Luis Potosí”, del lado izquierdo aparece el nombre “Rafael Nieto Compeán”.
No sé si algún día, andando los años, aparezcan en ese mismo sitial de homenaje los nombres de “LXIV Legislatura”, “Ricardo Gallardo Cardona”, “IFSE”, “Héctor Serrano Cortés” y “Carlitos Arreola”. Todo puede suceder, pero me quedo con profundas dudas.
Finalmente, atendiendo a una amable sugerencia, reproduzco aquí en forma sintetizada la etimología de la palabra autonomía. Viene de dos palabras griegas: autos, que significa “uno mismo” “por sí mismo”, “propio”, y nomos, que significa “norma”, “regla”, “precepto” o “gobierno”. O sea que sin mayor rebuscamiento Autonomía significa autogobierno; gobernarse, mandarse u ordenarse a sí mismo. Por extensión, decidir sobre su presente y su futuro (sin perjuicio de acatar fielmente las leyes de carácter general, que obligan a todos).
COMPRIMIDOS
El dato lo teníamos desde la semana pasada, pero decidimos no publicarlo hasta confirmarlo: En las vísperas del jueves pasado, se cruzaron llamadas entre el edificio central de la UASLP y unas oficinas palaciegas de la Ciudad de México. La primera partió de aquí solicitando orientación sobre qué hacer con la invitación/citatorio del Congreso al Rector. La respuesta fue escueta pero clara: “No vaya, no asista. Puede ser una trampa”.
Deveras que dan ternurita. Naufragando en el berrinche que les causó el plantón de Zermeño hace una semana, Serrano y su monito de ventrílocuo de nombre Arreolita, salieron furiosos a decir cosas tan tremebundas como que ellos son los representantes del pueblo, que junto con otros veintitantos vagos constituyen un Poder y que si les parece pueden remover, destituir o sancionar a quien sea (concejales de Villa de Pozos incluidos). Que son representantes del pueblo, jajajajajaja; que son un Poder, sí, sometido que no puede cambiar ni una coma de lo que les mandan de Palacio y que consiguen casi unanimidades a golpes de billetazos, y que anda tan marchito que últimamente no argumenta, amenaza; no convence, intimida.
Por cierto, si el inútil Serrano insiste en querer amedrentar a Maribel Lemoine, que se lo piense dos veces porque puede encontrarse con la horma de su zapato. Eso de que tiene miedo de que la maten me parece una estrategia de batalla, porque si algo le sobran a la concejal poceña es lo que a muchos varones les falta. En un chico rato Maribel es capaz de ponerle un par de sonoros bofetones al cuate ese.
De mi se acuerdan, pero con un esquema u otro, con banca de desarrollo o privada, a tasas preferenciales o con sobretasas, el gobierno gallardista no tarda mucho en endeudarse por cantidades de escándalo. Su situación financiera es caótica, pero no tenemos idea real del tamaño porque se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados de nuestra vida pública.
Hace una semana, esta columna fue ilustrada con dos fotografías de un mismo evento. Debió serlo con gráficas de acontecimientos distintos. La culpa fue mía. Hoy he solicitado a los señores editores que incluyan la que se quedó fuera. Habla por sí sola.
Wilbert Patrón Uc era un reportero infatigable. Trabajamos juntos algunos años en El Heraldo. La norma era que cada reportero entregara diariamente un mínimo de cinco notas, lo que hacía la mayoría. Él entregaba diez o doce, y todavía regresaba por las noches con dos o tres más de su reporteada vespertina. Fue además un hombre decente. Descanse en paz.
Hasta el próximo jueves.









